Fundadora de la Congregación de las Dominicas Misioneras de San Sixto
Guiada por la mano de Dios hacia una nueva meta, abandona Misilmeri y se pone en camino…
Se va a Roma, hacia Rusa… Pero “a Rusia irán tus hija, no tú. Tu Rusia será Roma”, le responde el Padre Alberto Lepidi.
Madre Antonia sabe lo que quiere. El 17 de enero de 1893, fiesta de San Antonio el Grande, día de su santo, entra en los locales abandonados de San Sixto.
Allí en el mismo lugar en donde Santo Domingo había reunido a sus primeros hermanos, Sor María Antonia reúne a sus primeras Hermanas para prepararlas a su misión: la evangelización de los pobres”.
El encuentro con Santo Domingo la empuja a obrar sin demora por el bien de las almas y por el engrandecimiento del Orden.
Con Bartolo Longo, Fundador de Pompey, estudia la posibilidad de una colaboración más estrecha entre las dos obras. La unión no llega a concretarse porque Sor maría Antonia no puede renunciar por nada en el mundo a su “sueño ruso”.
Esa apertura incondicional a los hermano “lejanos” se convierte en una exigencia ecuménica para ella.
Al interesarse por Rusia descubre el drama de las divisiones entre los cristianos. El suyo es sin duda un ecumenismo de reintegración a la iglesia de Roma, condicionado por las ideas y el lenguaje de su tiempo, pero animado por un fuerte sentimiento de amor hacia los hermanos ortodoxos a los que, bien que alejados de Roma, no puede separar de su corazón.
Para Sor María Antonia, el ecumenismo es sobe todo una cuestión de caridad.
La verdad en la Caridad la lleva a dedicar a estos hermanos toda su atención, al punto de hacer de la oración por la unión de los cristianos la finalidad misma de la Congregación; “…Así pues, la finalidad de esta naciente Casa de San Sixto, y de las demás casa abiertas o por abrir, será el apostolado por medio de sacrificios, obras y plegarias a favor de la reunificación de las Iglesias.”
Una Obra bendecida por Dios que florece en cantidad y cualidad.
Madre María Antonia se da cuenta muy pronto de la necesidad de contar con una presencia calificada sobre el terreno: “Con estas Hermanas cuyo número aumenta, espero ver aumentar también la virtud… He obtenido permiso para preparar a algunas Hermanas óptimas en todos los aspectos con el fin de tramitar la apertura de una casa en Rusia, pero si no cuento con los excelentes elementos necesarios, ¡no solicitaré nada!”.
Empezó así el sueño ruso, la interpretación histórica del carisma dominico en un tiempo que exigía adaptaciones correspondientes a las necesidades del particular testimonio del Evangelio del que Sor María Antonia saca inspiración y vida.
Hasta en la hora de la prueba que le pone nuevamente en camino hacia Ceglie Messapica…
El Exilio en Ceglie
La nueva Congregación, reconocida por el Vicariato romano como Instituto Diocesano en 1899, es agregada a la Orden Dominica en 1903.
El carisma apostólico lleva a Sor María Antonia a efectuar aquellas opciones que la ponen en condición de servir en los Hospitales, de asistir a los necesitados, a los marginados, a las personas ancianas, a los excluidos de la sociedad.
Su obra se distingue sobre todo por su empeño educativo. La fundación de Ceglie, en 1908, animada por un espíritu realmente profético, se convierte en un paradigma para todas las otras fundaciones.
Allí, en la región de Puglia, toman cuerpo todas sus opciones día tras día.
Ven la luz la Escuela Primaria y de Párvulos, dos Talleres de costura, una Escuela de Catecismo y un Oratorio festivo.
El Instituto Sagrado Corazón, literalmente repleto de juventud, colma el corazón de la Madre Lalìa. En Ceglie empieza a concretarse aquel “sueño” en el que la caridad se aúna con la verdad.
La “mezquina”, como le gusta definirse, cobra su exacta dimensión en la elaboración de un programa a cuya realización nadie puede poner trabas: “Muerte para mí, vida para la Congregación”, reza cuando, tras la crisis que atraviesa la Congregación, es apartada del gobierno.
¡Elige Ceglie como lugar de su exilio!
La Crónica del 10 de mayo indica: “El Instituto abre sus puertas, Las Hermanas abren sus brazos y su corazón y reciben a su madre Fundadora Lalìa que, por razones personales íntimas, ha elegido esta casa como residencia, y se consideran honoradas con su presencia, porque la ven más deslumbrante en la humillación, más santa en la prueba.”
Ceglie, ¡lugar del triunfo de la Verdad, definitivamente contemplada por Sor María Antonia el jueves Santo del 9 de abril de 1914, día de su nacimiento al cielo”
¡De aquella Verdad contemplada y transmitida en un constante empeño apostólico que la iba acercando cada vez más a ese Maestro único que es Cristo!
“CUANDO YO ME HAYA MUERTO, FLORECERÁN MIS OBRAS”. Gracias a su sacrificio, la Congregación trabaja por la promoción del hombre un poco en todas partes en Italia y desde hace 17 años en América Latina y desde mayo 1993, en S. Petersburgo.
Hacia la tierra prometida
Los planes del hombre no siempre coinciden con los de Dios.
Madre Antonia, dotada de la sabiduría de los Santos, se abandona con docilidad a las Providencia, dejando que el corazón viva su dosis de sufrimiento.
Mujer fuerte, intrépida, abandona su Sicilia natal para ir hacia una tierra lejana, con alegría y una cierta ansiedad. Su impulso parece detenerse cuando le dicen con firmeza:
“¡Tu Rusia está en Roma! ¡Irán tus Hijas, no tú!”
P. Alberto Lepidi, o.p.
“¡No Tú!” Dos sílabas que pesarán sobre su corazón pero como un yugo dulce y suave, el yugo de la Cruz que redime y que salva.
San Sixto: la Casa del Padre
Tras haber llamado insistentemente a la puerta del convento de los Dominicos de San Clemente para obtener los locales abandonados de San Sixto, Sor María Antonia encuentra por fin una casa.
“En condiciones desastrosas a causa del prolongado abandono…
“En la Iglesia, la hierba alcanzaba varios centímetros y tuvimos que trabajar sin descanso durante muchos días para adecentar ese lugar sagrado…
“El aula Capitular se encontraba en condiciones casi idénticas…
“Allí donde se posaba la mirada se veían tupidas telas de araña que colgaban de las paredes…
“San Sixto carecía de todo… hasta de agua..”
Ante semejante espectáculo, la Madre Antonia extiende los brazos, como para sostener aquellas paredes que se veían abajo, y exclama con alegría:
“¡La encontré!…
¿La encontré!”.
San Sixto, a traves de los años, ha recuperado su antiguo esplendor y belleza original.