
Cuando la caridad se aúna con la verdad
Madre Antonia Lalìa Fundadora de las Hermanas Dominicas Misioneras de San Sixto.

Reformadora Religiosa
La pequeña Raquel entra como interna en la Escuela Elemental del Colegio de María de las Religiosas Dominicas de Misilmeri. Allí nace y madura en ella la vocación a la Vida religiosa. Piensa ingresar donde las Benedictinas, por juzgar que la observancia religiosa de las Monjas Dominicas presenta un cierto relajamiento.
Albores de una vida
Raquel nace en Misilmeri (Palermo) el 17 de mayo de 1839, cuando no se han apagado aún en Sicilia los ecos de los Movimientos Revolucionarios del 1920, a los que seguirán, a breve distancia, los del 1848. Transcurre su infancia protegida por el amor y la fe de sus padres, lo que le permitirá abrirse a una adolescencia pura y ardiente.
Pequeña de estatura y de constitución frágil, la profundidad y la riqueza de su alma transfloran a través de sus ojos negros inmensos, penetrantes, y de su sonrisa luminosa.
Al final se decide a entrar a formar parte del Orden de Santo Domingo, empujada por el deseo de “impartir la enseñanza religiosa a las niñas”.
En 1856, alos diecisiete años, toma el hábito con el nombre de Sor maría Antonia del Sagrado Corazón.
En 1857 pronuncia sus Votos religiosos según el ideal Dominico: “contemplare et contemplata aliis trajere” (contemplar y transmitir a los demás las cosas contempladas y meditadas). Como Santo Domingo, Sor María Antonia profesa un destacado amor a la Eucaristía y una gran piedad mariana. Verifica cada día a los pies del altar sus elecciones y somete todas sus acciones al juicio de la mirada de María.
De vocación contemplativa, en su ascesis hacia Dios hace especial hincapié en el aspecto divino más connatural para una Dominica: la verdad. Ser verdadera se convierte en su programa de vida y la observancia regular en una de sus prioridades. Fidelidad que requiere una constante revisión y puesta al día, pero sobre todo un total acatamiento de la Voluntad del Señor: “CÓMO ERES DIGNA DE AMOR, OH DIVINA VOLUNTAD”.
Elegida Priora, concentra sus fuerzas en la formación de sus Hijas y se consagra a la reforma interna de la Comunidad.
Ante la tentativa de supresión por parte de las autoridades gubernativas, lucha por el porvenir del Colegio de María, defendiendo una interpretación del sentido de la vida humana a la luz del Evangelio.
En 1877, movida por una inspiración, escribe al zar de Rusia, Alejandro II, pidiéndole permiso para fundar un Colegio en San Petersburgo destinado a educar cristianamente a las muchachas rusas: nace así el sueño ruso.